EXTERNALIDADES que, en la economía, son gastos o beneficios no controlados por los que los incurren y que no están reflejados en los precios.
Estos efectos secundarios de cada actividad económica implican que los beneficios o costes directos de una actividad no reflejan todos los beneficios o costos totales generados por esa actividad.
Ejemplos de una externalidad:
Un ejemplo de una externalidad negativa es en la producción de energía nuclear trae beneficios para el generador de la electricidad pero trae impactos negativos sobre el medio ambiente con la creación de desechos radioactivos que son perniciosos para la sociedad. Otro ejemplo puede ser que el uso del automóvil en centros de ciudad que puede ser ventajoso para el usuario pero trae impactos negativos para la sociedad, en atascos y en impactos medio ambientales negativos. La propuesta del presidente de Francia hace unos años de que los países que más emiten CO2 paguen un impuesto es una forma de hacerles pagar por la externalidad negativa de aumentar el deterioro medio ambiental en el mundo.

Otro ejemplo de una externalidad negativa/positiva se está debatiendo mucho en España en estos momentos, la del tabaco. Los no fumadores disfrutan de su momento de ocio en los establecimientos públicos sin perjuicios para su salud, pero los fumadores tienen el disgusto. Esta prohibición, para el no fumador es una externalidad positiva, eso si, muchos fumadores dirían que compensan por estas externalidades a través de los cuantiosos impuestos que pagan por su producto.

Centrando este concepto en el Turismo podemos hacer mención al "Turismo Sostenible" que se está desarrollando actualmente en nuestro país.
Turismo sostenible
Una de las funciones que el medio natural ofrece a la sociedad es la posibilidad de disfrute recreativo en zonas naturales, siendo el escenario de las distintas modalidades turísticas.
La demanda turística en España, tanto nacional como extranjera, ha optado desde hace décadas por la opción del llamado turismo de “sol y playa” que lleva aparejado un importante impacto socioeconómico y ambiental, especialmente en las zonas del litoral mediterráneo.
En la última década, los hábitos de consumo de ocio han ido variando y por tanto, también el tipo de turismo demandado. Los destinos turísticos son más diversos y esta diversificación ha potenciado el auge del llamado turismo de interior. El turismo interior forma parte de las nuevas modalidades no ligadas ni física ni perceptualmente a los espacios litorales ni a sus manifestaciones ambientales, urbanísticas y económicas y está asociado al turismo cultural (en entornos rurales y urbanos) y, especialmente, al turismo asociado al uso y disfrute de naturaleza (en entornos preferentemente rurales).
Por tanto, conviven en España varios tipos de turismo, el turismo de sol y playa que se mantiene y moderniza, y el emergente turismo de interior en sus distintas modalidades. El turismo de calidad, de naturaleza rural o agroturística, permite, en el caso de realizarse una gestión adecuada, generar empleo y beneficios económicos en la población local, puede asentar población en determinadas zonas rurales y representa un motivo extra para el mantenimiento y pervivencia de algunas tradiciones y costumbres con gran arraigo social, que pueden, a su vez, constituir un reclamo turístico.
Además, este tipo de turismo suele ejercerse directamente sobre el atractivo que representan los recursos naturales o el patrimonio cultural o paisajístico, que si bien puede alterarlo de modo irreversible en ocasiones, en muchos otros casos puede servir como estimulante para potenciar su gestión, cuidado y protección, generando empleo y poniéndolo en valor entre turistas y población nativa. Por todo ello, este tipo de turismo se postula como una alternativa real para el desarrollo rural sostenible, compatible con las actividades económicas que tradicionalmente acontecen en el mundo rural (agricultura, ganadería y selvicultura).
Una gestión inadecuada del sector turístico tiene repercusiones en las áreas turísticas a todos los niveles: sobre las condiciones sociales de la población local, sobre el medio ambiente, en general, y los recursos naturales del lugar, en particular, y sobre la economía y la cultura del área. La industria turística que se ha venido desarrollando hasta ahora en España tiene presiones ambientales claras. Ejerce presión sobre ecosistemas interiores (actividades en la naturaleza) y costeros (segundas residencias en el litoral), el consumo de agua, las emisiones, la generación de residuos, etc. No hay datos recientes sobre el efecto del turismo sobre el medio ambiente pero los últimos disponibles señalaban que sólo en el ciclo de utilización, cada plaza con una ocupación del 70% anual induce la siguiente carga ambiental: 45.000 litros de agua/año; 1.913 Kwh de energía/año; 281 Kg de residuos/año; y 803 Kg de CO2/año (Deloitte, 2005).
Este modelo de turismo en España masificado y sin planificación, está afectando principalmente a las zonas litorales, además de los crecientes impactos en las zonas de montaña, donde se lleva produciendo en los últimos años un crecimiento acusado del número de segundas residencias que lleva implícito procesos de urbanización y de construcción de infraestructuras de transporte que deberían tener un control más riguroso a efectos de garantizar el adecuado suministro de recursos con una ocupación sostenible del territorio. El riesgo de insostenibilidad en las zonas litorales e insulares se reafirma debido al auge inmobiliario provocando una mayor masificación de las zonas litorales con el aumento parejo de las EXTERNALIDADES, la pérdida de calidad ambiental y la insatisfacción de los turistas.
Es necesaria la diversificación del turismo español centrado en un turismo de sol y playa hacia un modelo de desarrollo más sostenible. El turismo interior hacia zonas de alto valor natural y cultural, hacia espacios naturales y rurales tiene una implicación directa con las zonas en las que se desarrolla tanto a nivel económico, social, como ambiental y cultural. Estas zonas rurales sufren importantes problemas de desactivación económica. La agricultura, el sector que tradicionalmente ha marcado la base de su economía, no cesa de perder importancia, tanto por su aportación al PIB como por el número de empleos que genera. Ante el escaso atractivo que presenta para la juventud el trabajo en agricultura o ganadería, son realidades que cuestionan seriamente la sostenibilidad económica y social de estos territorios.
Frente a esta situación aparecen también Oportunidades de futuro ligadas al turismo sostenible. El incremento de la calidad de vida y del bienestar de la población española está haciendo emerger una demanda turismo de calidad. Así, cada vez se diluye más la consideración de las áreas rurales como lugares de producción y pasan a concebirse también como espacios de consumo. La creciente demanda por parte del mundo urbano de bienes, servicios y valores que se localizan prioritariamente en las zonas rurales, está originando un proceso de “commoditization” de las áreas rurales que empiezan a ser demandadas como un elemento clave de consumo social, apareciendo nuevas oportunidades de desarrollo en sectores vinculados a los servicios ambientales, al turismo, a la calidad de vida, al ocio…
El potencial de conflicto entre las prácticas y concepciones tradicionales de la sociedad rural y estas nuevas demandas puede llegar a ser alto. La creciente valorización del medio ambiente se traduce a menudo en visiones contrapuestas que amenazan la sostenibilidad. Una adecuada gestión y regulación de estas demandas puede incrementar su sostenibilidad económica.
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